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La obesidad es una de las enfermedades que puede llevar aparejada el desarrollo del hígado graso. Sur

Uno de cuatro malagueños tiene el hígado graso: así es la enfermedad «peligrosa» que no avisa

Es una patología asintomática en sus estadios iniciales que, si no se trata de forma adecuada, puede acabar en una cirrosis y, finalmente, en un cáncer hepático

Jueves, 12 de junio 2025, 00:17

El hígado graso o esteatosis hepática es la acumulación de grasa en los hepatocitos, unas células existentes en el tejido hepático. Ello puede estar producido por una dieta desequilibrada o por el abuso del alcohol y se trata de una patología con una prevalencia altísima, de forma que los expertos calculan que uno de cada cuatro malagueños sufre esta enfermedad, según explica el jefe de Aparato Digestivo de HM Hospitales en Málaga, Carlos Alegría. Existen, de cualquier forma, males como la obesidad o la diabetes tipo 2 que también crean el caldo de cultivo adecuado en el organismo para su desarrollo.

«Si una persona te dice: 'No, doctor, pero yo no bebo nada de alcohol, quizás lo que puede estar fallando es su tipo de alimentación», explica el doctor Alegría, quien destaca que «es una enfermedad completamente asintomática en sus estadios iniciales, quiere decir que no vamos a sentir ni saber que lo tenemos, salvo que acudamos a algún centro» para que la diagnostiquen.

El doctor señala que, del 25% de la población que ya posee el hígado graso, uno de cada tres entra en la fase llamada esteato hepatitis, lo que quiere decir que «ya la presencia de grasa dentro del hígado está generando inflamación y, como sabemos, todas las inflamaciones repetidas de manera crónica, porque no cambiamos el estilo de vida, pueden llevar a algo más».

Una vez que está inflamado el hígado, se genera cicatrización y el órgano adquiere mayor rigidez. De quienes sufren inflamación del órgano, un tercio aproximadamente podría acabar teniendo cirrosis y, de estos, un 2% se enfrenta a un cáncer hepático o hepatocarcinoma, recalca del doctor Alegría, quien insiste: «Y ya estamos hablando de palabras mayores. O sea, sí, es una enfermedad peligrosa, muy prevalente; puede ser peligroso que no lo diagnostiquemos y le pongamos una solución».

La prevalencia del cáncer hepático entre quienes comenzaron con hígado graso «no es tanta, pero sí que hay un riesgo incrementado, ya no digo nada si esto se asocia a la ingesta de alcohol, el tabaco u otras enfermedades que también inflaman el hígado».

Para luchar contra esta patología, la nutrición es la clave, dado que enfermedades como la obesidad o la diabetes tipo 2 también pueden desembocar en un hígado graso. «La nutrición es importantísima, una comida sana, ejercicio diario y cuidarse. No es algo fácil, sólo se puede hacer como cuando queremos eliminar la grasa del resto del cuerpo: con voluntad, esfuerzo y perdiendo peso, todo ello acompañado de una buena nutrición». Y el mínimo alcohol posible. «A mí no me gusta estar estricto, yo prefiero que coma bien y se tome una cervecita de vez en cuando, a ser totalmente prohibitivo y que al final no me cumpla nada. Todo es manejarlo a largo camino». Eliminando la grasa del hígado, disminuirán la inflamación y la compresión.

«Lo importante es reconocer antes los estados de fibrosis del hígado, porque si esta inflamación ya te llevó a una fibrosis, es como una cicatriz: esa cicatriz no va para atrás, no recupera, sí que puede seguir aumentando», reseña. Pero si se detecta de forma temprana, el hígado inflamado puede ser salvado. «Lo primero es desinflamarlos, quitarles la grasa e intentar que sean hígados normales. Es fundamental encontrar ese punto de no retorno para no llegar ahí», aclara.

El doctor Alegría destaca que es superfrecuente, sobre todo en personas de más de 25 años y, mucho más, de cincuenta o sesenta para arriba. «Hoy mismo he pasado consulta a veinte pacientes y mínimo tres de ellos tenían el hígado graso sin saberlo», dice.

Para su diagnóstico, no vale la prueba de sangre habitual que se manda con el reconocimiento médico, sino que se pide un perfil hepático con la GGT y las transaminasas, «que nos indica si hay inflamación». Después, la ecografía ofrece el apoyo necesario para confirmar la existencia de grasa en el hígado y, si se pretende conocer si el órgano se encuentra inflamado desde hace mucho, se aplica un FibroScan, «es un aparato que, mediante toquecitos, justo encima del hígado, que está en la parte derecha alta del abdomen, justo debajo de las costillas, y por medio de unas ondas que regresan al mismo aparato que las genera, mide la rigidez del órgano, que se mide por grados. Si estos son bajos, el órgano está normal; y si tienes rigidez, un FibroScan con valores muy elevados puede estar hablando de cirrosis». Incluso, algunos expertos añaden la importancia de realizar una biopsia hepática.

Es una enfermedad que no para de crecer. «Creo que es lo que está pasando a nivel mundial cada vez más, con producciones en cadena, con todo procesado y el estrés de vida que llevamos todos encima y comer lo primero que pillamos: obviamente esto cada vez es más prevalente. Se está avanzando muchísimo en su estudio y tratamiento, y se ha tomado mucha conciencia de que es una enfermedad sobre la que hay que estar cada vez más encima», concluye.

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