«Israel impide la entrada de la prensa en Gaza y eso deshumaniza a los palestinos»
La periodista catalana Txell Feixas presenta su libro 'Aliadas', que narra la historia del primer equipo de baloncesto femenino en Líbano
La periodista catalana Txell Feixas (Mediona, Barcelona, 1979) ha sido corresponsal de TV3 en Beirut desde 2016 hasta 2021. En ese período reconoce haber narrado ... demasiadas crónicas de muerte en Oriente Medio y haber contado menos historias de vida de las que quisiera. De esa necesidad nace el libro 'Aliadas', en el que se narra el recorrido del primer equipo de baloncesto femenino en Líbano. Majdi, un pintor de fachadas, crea este proyecto para apartar del matrimonio infantil y una espiral de violencia, drogas y crímenes de honor a las niñas del campo de refugiados palestinos de Shatiba, uno de los lugares más duros del planeta. Feixas presenta su segunda obra literaria y analiza para EL CORREO la situación de la guerra en la Franja de Gaza, destacando la censura de Israel que no permite la entrada de los medios de comunicación al enclave, lo que favorece la deshumanización de la población palestina.
- ¿Qué le empuja a contar esta historia de Shatila?
- Creo que tristemente los periodistas contamos demasiado la región de Oriente Medio, desde la oscuridad, desde el conflicto, desde el drama, desde las víctimas… Aunque también hay luz, resistencia, empoderamiento, lucha y dignidad. Tenemos que desterrar la tendencia de frenar, de contar las guerras como un partido de fútbol, entre buenos y malos, vencedores y perdedores o muertos y heridos. Con 'Aliadas' he intentado hacer un periodismo riguroso, pero a la vez humano, esperanzador, positivo. Que se muestren las sombras, porque las hay en la región. Pero hay que mirar también hacia la luz y la esperanza.
- ¿Cómo vive una corresponsal en Oriente Medio esa dolor o impotencia de contar una guerra que parece no tener fin?
- Es muy frustrante no poder acceder a Gaza, donde yo había estado distintas veces. Con lo cual lo vives con mucha frustración, rabia y tristeza. Nunca antes se había prohibido el acceso a medios de comunicación a un conflicto tan duro durante tanto tiempo. Israel está ejerciendo una forma de censura extrema. Porque cuando nosotros los periodistas estamos sobre el terreno tenemos la capacidad de ver humanidad donde estamos. En los protagonistas, en las personas que entrevistamos, en su gesto, en su mirada, en lo que nos cuentan… Hay una interacción humana que se traslada en los textos o las crónicas que luego hacemos. Si ese factor humano se pierde, te obligas a centrar tus historias en estadísticas y números. Y eso acaba provocando una deshumanización aún mayor de la población palestina. Es muy frustrante no poder buscar esa pequeña luz que está en las personas que resisten ahí, en medio de tanta oscuridad en la Franja.
- Desde su experiencia, ¿cree que la presión internacional sobre Benjamín Netanyahu va a surtir efecto para que ponga fin a la guerra?
- Considero que no hay presión internacional. Entonces el panorama en este caso sí que es oscuro y veo poca luz. Y mira que siempre la busco. Pero creo que el primer ministro israelí quiere y necesita una guerra. Él ya dijo, en una frase que en el momento no le dimos suficiente importancia, que quería reordenar Oriente Medio y lo está haciendo. Porque no solo se ceba con Gaza, sino con Cisjordania, con Líbano, con Siria, llega hasta Yemen, desafía a Irán… Si a eso le sumas a un Donald Trump que ve en la Franja un modelo de gestión para hacer su Riviera y una Unión Europea que es cómplice necesaria de este genocidio, me parece que por ahora no hay ningún tipo de esperanza de parar esto hasta que Netanyahu considere que le interesa frenarlo.
- ¿Cómo conoció al equipo de baloncesto femenino de Shatila?
- Fue una de mis primeras crónicas en mi corresponsalía en Líbano. Me llegó la información de que en Shatila había un equipo de basket femenino, pionero. Se trataba del primero en Líbano, pero había nacido en el campo de refugiados de Shatila y quise saber más. Entonces descubrí no solo el proyecto, sino quién y el motivo que había detrás de ese pequeño milagro.
- Este proyecto deportivo ha supuesto una forma de empoderamiento para las jugadoras.
- El baloncesto se convierte en un instrumento de transformación, donde las participantes no solo aprenden a jugar en Shatila, sino que aprenden a ser niñas. Muchas no sabían y pueden empezar a soñar en las mujeres que quieren ser. Recuerdo la primera vez que vi jugar a las pequeñas en ese intento de pista de basket. No habían cogido un balón en su vida, pero, incentivadas por un silbato y una pelota, empezaron a saltar, a reír, a llorar, a emocionarse, a tirarse de los pelos, a hacer la croqueta por el suelo… Porque se descubrían ellas mismas en colectivo. Y una cosa que aquí damos por hecha, que una niña a esa edad sepa porque lo ha experimentado de forma natural, ahí eso no se daba. Ves de una forma muy potente, cómo al final la cancha se convierte en un espacio de seguridad, de refugio y de liberación.



- El tema principal de 'Aliadas' es el matrimonio infantil.
- Los libros también nos tienen que servir para entender mejor las realidades y romper estereotipos. A mí me estallaba la cabeza pensando que en principio un padre siempre quiere lo mejor para su hija. Entonces, ¿por qué accede a casarla siendo tan niña? Quería entender eso. De manera que quise hablar con hombres que hubiesen accedido a casar a su niña pequeña o que se lo hubiesen planteado. El principal argumento es que piensan que poniendo un guardián a su pequeña la preservan de que sea violada en las calles. Pero al final lo que hacen es legitimar que la violase cada noche el marido que ellos mismos habían escogido. Otro factor es la pobreza y la necesidad de dinero. Casando a una hija de pequeña, la familia recibe una dote del marido, con lo cual su situación económica mejoraba y también la de la hija, que pasaba a estar en un hogar sin tantas estrecheces. O también arguían que la tradición, la cultura, pero sobre todo la religión, lo permite.
- Los inicios fueron complicados para Majdi, tuvo que vencer la resistencia de los cabezas de familia.
- Majdi primero tuvo que ir a hacer el puerta a puerta para convencer a los padres, casi suplicando, para que dejaran a sus pequeñas entrenar un día a la semana. Les decía que si no les gustaba no volvía a insistir. Actuaba sabiendo que cuando esas niñas probaran a botar una pelota y correr juntas, no habría marcha atrás. Jugaba un partido que sabía que ganaría.
- Y así inició una revolución feminista.
- Me enamoró de él su gran iniciativa. Sin tener un manual de feminismo, usando el sentido común, ha hecho una revolución realmente en el campo de refugiados, pero no solo en las niñas. Me acuerdo de Afaf. En la primera crónica en la que la entrevisté me contaba con lágrimas en los ojos: «Yo antes de botar esta pelota quería ser una buena esposa y una mejor madre, y ahora que conozco este deporte, que he hecho de mis compañeras mis amigas, lo que quiero es estudiar y salir de Shatila».
- Los padres no fueron los únicos hombres contrarios a que las jóvenes practicaran deporte.
- Cuando Majdi tuvo convencidos a los padres, que les acabó gustando un montón, tuvo que ir a reclutar a cada una de las niñas en sus pisos pertinentes, porque lo que pasaba es que cuando bajaban con su chándal y su pelota, pues las silbaban, insultaban, gritaban, perseguían, intimidaban… De manera que inventó un intento de pista de baloncesto en una quinta planta.

- ¿Ahora la situación ha cambiado?
- En las chicas ves una evolución muy importante. Pero es como una mancha de aceite que va de las niñas a los padres, a la vecindad y a la comunidad del campo de refugiados en general. Porque algunos progenitores hace más de diez años prohibían a sus hijas ir a entrenar, en algunos casos las encerraban en casa o las amenazaban y en casos extremos las golpeaban. Y en la actualidad ves cómo algunos de estos padres van a los entrenamientos con ellas, se emocionan cuando meten una canasta o las acompañan al aeropuerto para irse a otro país a jugar en un intercambio solidario.
- La imagen de Majdi en Shatila también ha evolucionado.
- Cuando empezó este proyecto, era un líder muy odiado, que sufrió amenazas de muerte y también contra su familia. Y actualmente es un líder muy querido en el campo porque mucha gente es consciente de lo que ha construido. O, por ejemplo, al principio tenía que ir a reclutar esas niñas a sus casas y ahora son las mismas pequeñas que se presentan en la cancha y le piden a Majdi sumarse al equipo. Porque al final, la diferencia es que estas pequeñas tienen referentes. Es un cambio espectacular.

- En definitiva, este proyecto es una llamada a la esperanza, porque muestra que hasta en los lugares más oscuros se abre paso la luz.
- Justamente esa lucecita que vi en primer lugar en medio de tanta oscuridad. Al llegar pensaba que no me iba a encontrar con nada nuevo, más allá del color negro. Entonces vi esa luz en la quinta planta de Majdi. Pero en unas semanas descubrí que había otra lucecita en otro edificio, donde entrenaba el equipo de críquet, unas calles más arriba había un grupo de viudas que tejía ropa con presas tras superar las amenazas de los hombres más conservadores del campo, y unos metros más allá había un taller donde las niñas aprendían a utilizar las redes sociales. Es decir, que el proyecto del club de baloncesto femenino no era excepcional, sino que había más iniciativas transformadoras en el campo que no habíamos contado.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.